Fecha de publicación: 15 febrero, 2023 - Autor: Simon
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¿De dónde nace la inspiración en el arte? ¿Cómo podemos concebir esa idea que nos inunda y que luego plasmaremos en una canción, en un poema, en un cuadro? Durante siglos, muchos autores han intentado desentrañar los misterios de la inspiración, sin lograr llegar a un punto realmente concreto. Tal vez eso la haga aún más fascinante, al fin y al cabo, porque hay que entender que no necesitamos saber todo de ella para aprovecharla. La inspiración suele llegar en aquellas personas que tienen una especial sensibilidad, pero si no son capaces de canalizar todo ese potencial, se queda tan solo en una chispa que no prende. Y en muchas ocasiones, esa inspiración también está relacionada con ciertos problemas y trastornos mentales, como si fuera una muestra más de una imaginación demasiado desarrollada. No son pocos los casos de artistas que han tenido problemas de este tipo, y es que muchos psicólogos piensan que solo las personas con mentes más maleables pueden sacar todo ese potencial.

No hay que relacionar forzosamente creatividad con inestabilidad mental, pero a nadie se le escapa que muchos grandes artistas son personas que se salen de lo habitual. Y no solo por su genio, sino también por su forma de ser, por la manera en la que enfocan la realidad, por la intensidad con la que la plasman en sus obras. Cuesta creer que el cerebro de Mozart o Picasso sea exactamente el mismo que el de una persona que no ha tocado un instrumento en la vida. Hay algo especial en ellos, en esos genios que utilizan todo su potencial para crear, pero también puede ser un punto de desestabilización absolutamente decisivo. Sobre todo cuando se descubre ese talento ya en edades bien avanzadas, porque uno no se ha expuesto a este tipo de creaciones. Es el caso de Aurora Cursino, una pintora brasileña que comenzó a dibujar cuando estaba en una terapia psiquiátrica, interna y diagnosticada con esquizofrenia paranoide. La vida de Cursino fue absolutamente devastadora, pero su figura ha podido recuperarse, décadas más tarde, para darle el lugar que le corresponde en la vida artística carioca. Esta es su fascinante historia.  

Una vida muy difícil

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Aurora Cursino nació a finales del silgo XIX en Sao Paulo, Brasil, dentro de una familia relativamente acomodada. Sin embargo, esto no hizo que su vida fuera precisamente cómoda, ya que desde muy joven se negaba a seguir el camino que sus padres habían marcado para ella. Se casó siendo adolescente, en contra de sus propios deseos, y terminó divorciándose tan solo 24 horas después del enlace. Aquello no era lo que ella quería, ya que aquel matrimonio iba a hacerla muy infeliz. Sin embargo, su decisión desembocó en el rechazo por parte de su familia, que la dejó literalmente en la calle. Durante dos décadas, de 1910 a 1930, la joven tuvo que emplearse como prostituta en las calles de Brasil, teniendo sexo a cambio de dinero con cientos de clientes. Sin embargo, ya en aquella época destacaba por su exquisito gusto literario y artístico, interesada por la cultura.

No era una mujer libre al uso, sino una chica que estaba deseando ganar el suficiente dinero para irse a Europa y conocer nuevos lugares. Así lo hizo, pero tuvo que volver a su país natal para continuar sobreviviendo en las calles. Durante esos años fue víctima de acoso y numerosas violaciones, incluso por parte de hombres importantes en la ciudad. Sin embargo, la ley brasileña solía ponerse del lado de los clientes y no de las prostitutas, así que poco a poco, Aurora se fue desencantando de aquel trabajo. Cuando se retiró tenía poco más de 30 años, y había comenzado a trabajar como limpiadora y criada en algunas casas. Sin embargo, sus trastornos mentales comenzaron a hacerle la vida imposible, por lo que fue internada en un psiquiátrico en 1941, tras años de trabajar precisamente como enfermera.  

Su estilo como pintora vanguardista

Por desgracia, ese sería el final de la vida pública de Aurora. Con 45 años y aquejada de numerosos problemas mentales, fue sometida a todo tipo de terapias, habituales en la época. Desde electroshock a lobotomías, que terminaron por dejarla destrozada tanto física como mentalmente. Tuvo la fortuna de coincidir en uno de estos psiquiátricos con el doctor Osirio César, distinguido introductor de la arteterapia en Brasil. A través de la pintura y el arte, este psiquiatra estudiaba la relación de sus pacientes con sus propios trastornos, con la realidad, a la hora de plasmarla. Aurora fue, sin lugar a dudas, la artista más destacada de estos talleres improvisados.

Tanto es así que llegó a pintar más de 200 cuadros en apenas década y  media. El talento de Cursino llamó mucho la atención del doctor César, que decidió mostrar sus cuadros en diferentes exposiciones europeas. El estilo de la pintora era muy personal, con colores vivos e intensos, a medio camino entre la vanguardia y el surrealismo. Había un tema recurrente: el dolor y el cuerpo de la mujer. En muchos de sus cuadros, Cursino parecía hacer referencia a experiencias que había protagonizado en su etapa como mujer de la calle. Pinturas que desvelaban un terror absoluto, una pasión intensa a la vez, un fervor y un rechazo a la Iglesia y a la fe… Obras que quedaron medio olvidadas, no por falta de valor artístico, sino por haber sido pintadas por una prostituta con problemas mentales.  

Su figura, recuperada décadas después

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Aurora Cursino fue sometida en los últimos años de su vida a diferentes operaciones que buscaban sanarla de sus problemas mentales. Hablamos, sin embargo, de los años 50, una época en la que los métodos para este fin eran muy arcaicos y tenían que ver con la electricidad o la operación directa sobre el cerebro. Tras una lobotomía, Cursino quedó afectada por completo, y murióen 1959 despojada prácticamente de todo. Su figura se perdió entre la de tantas y tantas otras mujeres que, a pesar de su talento, han tenido que pelearse con el anonimato o la falta de interés por parte de sus coetáneas.

Sin embargo, el tiempo ha puesto las cosas en su sitio, gracias a la investigación de dos profesores de la Universidad de Rio de Janeiro. La investigación llevada a cabo por estos titulares sacó a la luz la colección de obras de Cursino, y elevó su figura por encima de las críticas de su época. La pintora no solo tuvo que enfrentarse al estigma de haber sido prostituta, algo que ya te señala de por vida, sino también a sus problemas mentales. Para muchos no era más que una mujer de la calle que estaba loca. Sin embargo, su talento pictórico es indudable, y sus obras así lo demuestran, estando hoy en muchos museos brasileños. La figura de Cursino todavía sigue siendo, por desgracia, demasiado desconocida para muchos, pero las cosas están cambiando en estos años gracias a la labor de aquellos que quieren otorgarle el lugar que se merece.